podría ser una anécdota haber nacido en Srebenica hace cincuenta años, el anonimato de las ciudades les confiere larga vida
podría ser otra anécdota tener padres de distintos credos, las religiones son un tipo de microscopio para ver el mundo, pero ninguna de ellas posee los suficientes aumentos para desvelar el secreto
incluso podría ser circunstancial que Alexander no te hiciera caso y prefiriese vivir cerca de la casa de sus padres, antes que emprender un viaje largo hasta Nueva York para ejercer de profesor de literatura eslava
todo esto podrían ser datos de cualquier ADN que espera a otro, que compra el pan y se sienta por la noche a ver la televisión
no sé qué determina acertar o equivocarse
ser el que empuñe un arma o el que reciba el proyectil
dejarse barba para minimizar el horror que desprende
o definir a quién pertenece una tierra
lo que sí intuyo es el motivo para mirar hacia otro lado:
el código genético humano está programado para seguir al rebaño
sólo las mutaciones generan esperanza
podrían ser anécdotas
objeto de charlas veraniegas a las 3 de la tarde (donde nunca pasa nada)
podrían serlo
sin embargo son sucesos vitales truncados
personas sometidas a la brutalidad de un virus invisible que recorre el globo siguiendo un gradiente incalculable
vidas teñidas de blanco terroso en una fosa común
es cierto aquello que decía Paddy McAloon, líder de Prefab Sprout, en Goodbye Lucille no1, la vida no está completa hasta que tu corazón pierde un latido
Alexander espera a que Milena, formateada en letras negras sobre piedra gris, le compre un billete para Nueva York o La Haya
