dimecres, 11 de febrer del 2009

OLEO SOBRE LA BOLSA DE PIPAS


(Este es el relato que salió en la Bolsa de pipas del trimestre pasado, octubre-diciembre de 2008.
Gracias a Agustín y Román por los impagables consejos).



Esta conversación entre Hillary y una prostituta de motel de carretera es verdad. Ha sido ver la noticia y sentir la necesidad de resumir lo que me contó Pat Garret en un bar hispano de Brooklyn. Sé que he roto un pacto, porque Pat me hizo jurar que no lo contara, que la carta que le envío Sherry a un apartado de correos de New York City no debía salir a la luz, pero no he podido resistir. Espero que lo entienda.


Great news in Nevada: Hillary Clinton ha ganado.


En medio de la noche del desierto de Nevada, la candidata demócrata a la presidencia del congreso norteamericano, doña Hillary Clinton, divisa en la US50, a escasos kilómetros suyos, un letrero luminoso incrustado entre el cinturón de Orión. Las letras sospechosas anuncian el trasfondo. Aún así, su determinación por detenerse es obvia.
– Mr Smith, pare aquí.
– Si me permite señora, no creo que sea muy recomendable. No tardaremos en llegar a Ely, y tiene un baño en la parte de atrás del coche.

– He dicho que pare.

– Si es por la campaña, una cosa es trabajarse al electorado y la otra muy distinta arriesgar su vida, señora. Si me permite.
– Pare Smith.
– No creo que consiga nada de este burdel. Ni tan siquiera creo que sepan quién es usted. No se exponga señora.
– No te lo volveré a repetir, para de una puta vez la limusina, Smith.
– Lo que usted quiera señora.
– Muy amable.

Un gordo con la barriga asomando por los pantalones caídos, camisa de cuadros medio abierta, y rodeándole, varias señoritas escasas de ropa, eran la única vegetación visible en aquel lugar limítrofe a todo concepto. La entrada de la candidata con cinco guardaespaldas y siete asesores, apenas inmutó al personal, no en vano, pensaron que esa noche cobrarían extra. Por aquel tugurio sólo se sorprendían cuando Joe venía con su recortada y traía iguana muerta para cenar. El resto de personajes escasos que desfilaban por el motel no les resultaban demasiado perturbadores.

– ¿Sherry?
– ¿Quién pregunta por ella?
– Doña Hillary Clinton, exprimera dama de este país y candidata demócrata a la presidencia de esta nación.

– Ya sé quién es usted, aquí no somos tan palurdos. En cuanto a Sherry, está usted hablando con ella. ¿Qué quiere?
– La vi por Nevada TV. Hace un año, más o menos.

– ¿Y?
– Que me dejó impresionada. Espere un momento, (dirigiéndose a su corte de seguidores), ¿quieren dejarnos a solas, por favor? No me va a pasar nada.

– Pero señora…
– Ni pero ni hostias, Smith. Déjennos solas. Y aproveche para llamar a su mujer, que la tiene abandonada. Cuando llegue a casa ya no sabrá si es usted su marido o su hermano. Tal vez ahora esté mirando la espalda del vecino o hablando por teléfono con su jefe. Así que espabile Smith, espabile, gestione su incertidumbre sentimental. Coja el teléfono, llámela y déjeme en paz un rato.
– De acuerdo señora, lo que usted diga. Pero cinco minutos, cinco minutos máximo. (Con la puerta de la entrada entreabierta y toda la atención en la candidata, Smith y el resto del grupo salen del local. El partido no está dispuesto a otro asunto Kennedy)
–Disculpe Sherry, no me dejan ni a sol ni a sombra.

– Casi como a mí, pero en otro sentido. ¿Qué quiere?

– Pues eso, que la vi en Nevada TV y que me impresionó.
– ¿Que le impresionó qué? ¿Ésta cloaca? ¿Éste lugar de mierda?
– Sus declaraciones, Sherry, sus declaraciones.

– ¿Cuáles? ¿Que estas no son condiciones de vida? ¿Que nadie se acuerda de nosotras? ¿Que Marte está más poblado que este asqueroso lugar?
– Lo que dijo del amor.
– ¿Y qué dije del amor si puede saberse?

– Dijo que amar era lo más difícil que había hecho en su vida.

– ¿Eso dije? No recuerdo bien. Sí, tal vez lo dijera, tal vez fue después de que aquel capullo me dejara su Mustang y no regresara. ¿Y qué quiere que le diga? ¿Que me arrepiento?, ¿que soy una idiota?, ¿que sigo guardando todas las fotografías que me encuentro de figuras humanas por si vuelve algún día?. ¿Sabe una cosa?, él recogía todas las imágenes que encontraba en las que salieran personas y las coleccionaba, era su verdadero leitmotiv, no yo.

– Lo desconocía. Yo sólo quería darle la enhorabuena. Sus palabras evitaron que lo mandara todo al carajo, un salmo que repetía cada noche para perdonar a Bill. Ya ve, todo desde una tele local de Nevada.

– Eso se llama efecto mariposa.

– ¿Efecto mariposa? Disculpe Sherry, soy de letras puras.
– Yo también soy de puras, de putas puras. ¿No lee el Reader´s Digest?

– No tengo tiempo. El Times, todos los diarios nacionales, como mucho el Sports Illustrated.

– Pues no sabe lo que se pierde. Todo lo que ha dicho que lee usted, aquí lo consideramos basura.


Entra Mr. Smith.


– Señora, ya han pasado los cinco minutos.
– Ya voy Smith, ya voy. ¿Ha llamado a su mujer?

– Ehhh, no hay cobertura.

– Parece que su género, definitivamente, no tiene arreglo. En fin Sherry, encantado de conocerla. Volveré pronto, se lo aseguro.
– Eso me dijo Pat, y ya llevo doscientas cuarenta y seis fotos recogidas de otros tantos doscientos cuarenta y seis días sin su presencia.

– No se desanime. Yo todavía no he dejado de soñar con Mónica.

– Al final va a resultar que lo suyo es más grave que lo mío.

– Téngalo por seguro Sherry.

Hillary reemprendió el viaje hacia Ely. Una vez hubieron perdido de vista el motel, sacó un recorte de diario del Washington Post que guardaba en su agenda y lo tiró por la ventanilla del coche. Mónica, a partir de aquel instante, descansaría en el desierto esperando la maleta de Pat Garret.


NOTA: Sherry y Pat Garret son personajes de ficción sacados del libro Nocilla Dream de Agustín Fernández Mallo.



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