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Se ajustó la corbata al cuello y se miró al espejo. Estaba preparado. Cogió la pluma que le había regalado su esposa y dejó un manuscrito encima de la mesa del avión.
Esta escena se repitió paralelamente dos veces más en otros tantos aviones. En vez de pluma en un caso fue un bolígrafo y en el otro un lapicero, pero en los tres, lo que se quedó en su sitio fue el mismo ensayo sin leer.
Se abrieron las puertas y el mundo contempló el inicio del espectáculo. Fue un cuadro famoso. Una pintura portuguesa de multiculturalidad. Después ya se sabe, televisiones, manifestaciones e historias de amor entrecortadas.
Tres hombres se dejan un dossier cerrado y en la otra punta del planeta se derrumban estatuas y estados. No abrir una página genera un efecto mariposa trágico.
PD: en aquel tiempo el manuscrito sólo estaba al alcance de ciertos círculos de poder, y describía el llamado síndrome de Hubris.
El resto son portadas.
