dissabte, 3 de gener del 2009

CODONES AAA

Boris Vian en París
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PRÓLOGO:
Dice Boadella que hay una exhibición desmesurada de bondad
aunque más que bondad, me parece un espectáculo con muy mala leche

Me acuerdo de dos frases idiotas que escuchaba mucho (sigo haciéndolo) y que suelen ir encadenadas:

1. el que se suicida es un cobarde
2. el muerto al hoyo y el vivo al bollo

La primera creo que nunca la contesté. Y la segunda, me parece que decía, pues que le den por el culo al bollo.

EPÍLOGO:
Aunque sólo recuerdo lo que olvido, por ejemplo este fragmento.

" La bicicleta vieja al lado del portón de madera por donde entraban los carros, con las ruedas desinfladas, moldeadas en paja y barro del reguero. No saber dónde reside la razón, renegrida por el paso de las cosas, de las brutales circunstancias que suceden sin que ningún infame sepa apenas darle cierto sentido. Y el Cadillac de fondo, el Cadillac a la vera del río, saliendo de la canción de Loquillo para adoptar la forma de coche con capota y corazón de bar de pueblo. El Cadillac abierto hasta el amanecer, y cinco chicos con chaqueta tejana siguiendo el recorrido natural antes de caer en la cama. El final del trayecto, el caño, por donde salía el mejor agua del pueblo. Una vez ahí, la penúltima discusión era si la güija la movía T o era Pedro "Yoda", con su telepatía de 90 años y dos canillas como alambres, el que manejaba los hilos de la tabla de madera cincelada a golpe de boli BIC, mientras con la BH de carreras, pedaleaba casi cien kilómetros diarios recorriendo la ribera como un sheriff sin sombrero ni placa. Luego, en el clásico concurso de escupitajos que cerraba la velada, la última trifulca se decidía por milímetros. Nunca nadie llegó tan lejos como A, ni nadie se reía tanto. Las trayectorias parabólicas que dibujaban aquellos copos líquidos de saliva* eran secuencias de ADN basura de Escupiré sobre vuestra tumba de Vian, pistas encriptadas para ese fragmento de tiempo. Maldito A.
Aquel día que me enteré, al Cadillac se le cayó el letrero y pintaron en la fachada Se traspasa, al motor de la barra se le griparon las entrañas y a partir de entonces a las Mahous las paren sin etiquetas. También aquel día devolvimos el Unplugged de Nirvana al vendedor de cintas ambulante de la plaza, a ver si nos lo cambiaba por los grandes éxitos de Bowie, una manera como cualquier otra de deshacernos del cadáver. A nadie le gustan los muertos, ni a los hijos, ni a los padres, ni a los amigos y ya no te digo a las novias. Los recuerdos también son muertos, muertos en escabeche biológico, embalsamados y comprimidos dentro del estuche craneal, sazonados en aceite de serotonina para generar una literatura líquida del absurdo, un duelo a muerte contra uno mismo.
La siguiente noche junto a la fuente, acordamos la lobotomía colectiva. En nuestro infierno de aceptar la pérdida de A, de su bestial ímpetu o su espíritu de disgresión contagiosa, seguimos acordando el olvido: juntar todas las etiquetas de cerveza y darles forma de epitafio, rociarlo de gasolina y prenderlo en las vastas plantaciones de lúpulo.
Nos vendiste agosto, y eso no se perdona en la vida."

* Un haiku recombinante que publiqué en Nature poetics (Massachusetts 1982):
98% agua - 700 ml al día
8·106 células humanas, 500·106 bacterias
y opiorfina meollo de besos



Cocktail, Cobain & Bowie



Solo de Bowie
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