dilluns, 21 d’abril del 2008

NORTHERN EXPOSURE TUNEADA vol 7


” Yo he sido Homero; en breve, seré Nadie, como Ulises; en breve, seré todos: estaré muerto”. Estas últimas frases del Inmortal de Borges se las sabía Ruth-Anne de memoria. Cuando los achaques de salud, tan frecuentes a su edad, le ocupaban todo el día, repetía estas palabras para mentalizarse de lo que le esperaba, o de lo que no le esperaba, como si fuera un mantra de protección delante de lo desconocido. Por supuesto, su tienda siempre permanecía abierta, era el Seven Eleven del condado, únicamente le faltaba tener surtidores de gasolina para completar el negocio. Aunque lo había intentado, se topó con la oposición de Maurice ” vieja, deja ya de expandirte, no tienes la edad ni la ética para pelearte con las multinacionales del crudo. Si lo haces, cavarás tu tumba más pronto que tarde”.
Después de cerrar los ultramarinos, se fue a casa sin pasar por el Roslyn´s cafe. No quería volver a discutir con Holling sobre los precios del mercado del trigo en los estados del sur, siempre acababan riñendo. Además estaba harta que le aconsejara retirar las pocas acciones en empresas de agricultura que tenía. “Cambialas a la tecnología, Apple está subiendo como la espuma, sino fíjate, ahora todo el mundo tiene reproductores y teléfonos de la manzana”. Y en ese plan. Al llegar a casa ni siquiera cenó, esa noche estaba especialmente cansada. Enchufó la tele y la Playstation 3 para ver cine clásico. Llamó a Ed por si quería venir a ver con ella alguna película en especial, pero no contestó al teléfono, o no tenía cobertura. Se había comprado el último modelo del Iphone y no acababa de funcionar del todo bien. Así que decidió por ella misma. Aquella noche quería sentirse bien, soñar con ser una mujer rica, rodeada de lujos y gente a su alrededor mirándola y admirándola. Con tales premisas escogió Desayuno con diamantes. Al salir George Peppard congeló la imagen. Debían ser coetáneos, por eso le llamó especialmente la atención. Se puso a pensar y a divagar, preguntándose que se habría hecho de aquel actor. Actor o guerrillero, o mercenario. Ahora que pensaba un poco, la última vez que le vio, fue en un reportaje sobre unos tipos que se dedicaban a arreglar los problemas por su cuenta y riesgo. Se llamaban el Equipo A, una empresa políticamente incorrecta. Utilizaban la violencia para desenmascarar tramas financieras, ecológicas y cosas así. Aunque de eso ya hacía unos cuántos años. Tal vez ya se había retirado y estaba difrutando de la jubilación en alguna playa de Florida, o estaba en alguna prisión de El Paso. Qué lástima, sino los llamaría para que le dieran un aviso a Maurice, a ver si le dejaba poner surtidores de gasolina de una vez. Desconectó la PS3, la televisión, y enchufó el ordenador. Rápidamente tecleó en el buscador: www.google.us: ATEAM.

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