En la vereda, entre chopos combándose por el viento y bancos de madera desconchada por las heladas, las piedras planas del río mantienen su geometría gracias a la insistencia de temponautas despechados en hacerlas rebotar contra el agua. Y no hay otra explicación posible.
"—Nadie puede hacer nada —le dijo Addison, y le pasó el brazo por la cintura.
Parecía una escena vivida previamente, y de pronto comprendió. Estamos en un
círculo cerrado, y seguimos dando vueltas y vueltas por él, tratando de resolver el
problema de entrada, imaginando siempre que es la primera vez, la única vez.., y sin
resolverlo nunca. ¿Qué número hace esta tentativa? Quizá sea la millonésima."
(Algo para nosotros temponautas. Philip K. Dick).